Reflexiones sobre un ser humano post-pandemia
Antonio Argudo Garzón (Filósofo Local)
Con motivo del 1er Encuentro Virtual Cómo ha Cambiado al Ser Humano Esta Pandemia organizado por el Colegio Manuel J. Calle de Cuenca-Ecuador
La pandemia provocó que
la Filosofía haga lo que nunca antes había hecho: adelantar juicios sobre
eventos que se encontraban sucediendo. Hegel decía que “la lechuza de Minerva
emprende el vuelo cuando se ha vivido el día”. No obstante, durante esta
pandemia, sucedió lo contrario. Es así que pensadores aclamados como Slavoj
Zizek mencionó que la crisis del Coronavirus le había dado un golpe fuerte al capitalismo
y que nos encontrábamos cerca de una era de comunismo y regulación económica
global[1].
Obviamente, esto no ha sucedido. Giorgio Agamben, otro enorme filósofo, incluso
llegó a unirse al criterio de los grupos conspirativos y determinó que esta
pandemia era una invención para perpetuar el estado excepción y del miedo[2].
Evidentemente, la cantidad de muertes desacreditan lo que dijo el italiano. Quizás
un poco más cercano a lo que realmente está sucediendo se encuentra Byung-Chul
Han pues, basándose en lo que él denomina la “sociedad de la transparencia”, cree
que la pandemia traerá un futuro en donde encontraremos mayor control y
vigilancia digital[3].
O, más cerca aún, el criterio de Markus Gabriel, quien cree que la pandemia
trajo consigo la tiranía digital, ya que hemos trasladado toda nuestra vida
pública a la esfera digital[4].
Si
bien algunos han logrado ser un tanto más atinados que otros, todos son
filósofos de renombre, cuyos trabajos son ampliamente reconocidos, y conocen su
oficio, sin embargo, ¿qué los hizo salir de su trabajo rutinario a la
exposición mediática?, ¿qué los hizo querer visualizar el futuro ante un
fenómeno que todavía no ha terminado? Solamente se han expuesto y han fallado. Quizás
la respuesta está en la imposibilidad de aceptar lo que nos pasó y la voluntad
de ayudar a concebir una salida a toda la tragedia. Adelantarse a concluir
cosas sobre la pandemia y cómo terminó cambiándonos no es un proyecto de
reflexión confiable por ahora.
Incluso
la misma pregunta de este encuentro virtual es bastante apresurada para la
labor que realiza la Filosofía: ¿Cómo ha cambiado al ser humano esta pandemia?
Considero que es una hermosa pregunta, pero que no tiene un horizonte cercano
de respuesta. Todavía estamos peleando por las vacunas, no se establece qué va
a suceder con el trabajo y la educación virtual, los gobiernos han fracasado
rotundamente en el manejo de la crisis, y el capitalismo sea ha vuelto mucho
más fuerte, aleatorio e inestable, por lo que es indescifrable cómo termine cambiando
el ser humano luego de esta pandemia.
No
obstante, para poder fundamentar una futura reflexión sobre esta pregunta, y
por motivo de este prestigioso encuentro, planteo más bien una excavación de los
elementos en la pregunta, de tal manera que sea viable una futura exploración y
discusión sobre las respuestas a dicha pregunta. Con esto en mente, plantearé
tres reflexiones al respecto.
Sobre la pandemia del Covid-19
En sí
la pandemia fue producida por un virus que provocó una enfermedad que afectó
personas y países a nivel global. La segunda parte de este hecho está en que no
estábamos preparados ni con vacunas, ni tampoco teníamos disponibles el número
de medicinas, ni camas de cuidados intensivos, ni el conocimiento médico
apropiado para tratar a la cantidad de enfermos. Producto de la imposibilidad
de detener la ola de contagios, se decidió establecer políticas de
confinamiento, lo que a su vez devino en que las estructuras de trabajo y
educación deban trasladarse al teletrabajo y la educación virtual. No obstante,
aquellos círculos económicos y sociales que no tenían los recursos suficientes
para entrar en la digitalización sufrieron mucho más al quedarse sin sustento o
tener un tipo de educación casi inexistente o, sencillamente, no tuvieron ni
trabajo ni educación durante varios meses. Existió una pandemia para unos y
otra diferente para otros.
Por
otro lado, podría decirse que se ha levantado niveles de sospecha ciudadana
hacia la acción médica y científica parecidas a las que encontramos en la
política. Pese a que tanto el virus, como la enfermedad y la pandemia son
reales, así como también los intentos científicos y médicos para exterminarla,
grupos importantes de personas desconfiaron de la certeza de estas acciones
probablemente por los negociados de las farmacéuticas, la complejidad de
entender el lenguaje científico y las redes sociales como plataformas de
divulgación de ideas sin sustento. Tal es así, que las personas confiaron en
cadenas de Whatapp, vídeos de TikTok o publicaciones en Facebook, más que en la misma opinión
médica y científica. Si bien hay un trasfondo educativo y de desesperación en
su desconfianza, es todavía difícil de creer que la cantidad de muertos y
enfermos no los hayan convencido de la veracidad de lo que ocurre. Esto sucede muy
probablemente debido a que estamos viviendo en un paradigma de sociedad
“constructivista” en donde la interpretación de la realidad es muy apreciado en
estos días antes que la labor científica o filosófica. En esta pandemia, la realidad cedió muchas veces
a una interpretación[5] sin sustento.
El ejemplo más claro fue la búsqueda de curas milagrosas en el dióxido de
cloro, la ivermectina o la hidroclorixina.
Por
último, se puede hablar de la cantidad de muertes. Esto último provocó que el
ritual que generalmente organizamos para lidiar con la pérdida de nuestras
personas queridas haya desaparecido momentáneamente. No podíamos velar,
enterrar o llorar a nuestros seres queridos. Simplemente, debíamos esperar a
otra semana por el siguiente deceso. Ya una muerte dejó de ser una novedad. Los
rituales nos hacen crecer o madurar[6],
más sin ellos, no es difícil aceptar lo que realmente nos pasó. Es por esto que
a pesar de todo, volvemos a repetir los mismos patrones de comportamiento. Esto
se puede ver en tener nuevas olas de contagios pese a todas las recomendaciones
y las muertes. No hemos madurado porque no tuvimos el ritual, y esto implica
repetir nuestros errores.
Sobre la esencia del ser humano
Desde
tiempos de Aristóteles, ha sido bastante difícil superar la conceptualización
del hombre como “animal racional”. Se ha dicho mucho en realidad desde
entonces. A más del fundamento esencial que le otorga Aristóteles, se ha
reflexionado sobre el ser humano como “hommo
sapiens”, “hommo videns”, “hommo faber” u “hommo laborans”, de acuerdo a varios contextos de análisis de
filósofos como Giovanni Sartori[1]o
Hanna Arendt[2]. La realidad parece ser
que seguimos siendo un “animal racional”, puesto que nuestros instintos
biológicos o nuestras necesidades animalescas se han mantenido, mientras que
nuestro raciocinio y autoconsciencia ha evolucionado.
En
este sentido básico, el ser humano poco o nada ha cambiado desde hace cientos
de años. Ustedes siguen teniendo la necesidad de comer o alimentarse, y al
mismo tiempo pueden reflexionar sobre lo que están haciendo y dedicarse por un
segundo a cuestionarse sobre cosas como porqué murió tanta gente en esta
pandemia. Esto muestra lo que somos. Ningún animal se ha hecho la misma
pregunta por más pandemia que les haya ocurrido. Muchos pueden argumentar que
nuestros jóvenes e infancia crecen menos educados, más “atontados” por el uso
de celulares o redes sociales, sin embargo, la evolución tecnológica, por
ejemplo, sigue creciendo y es gracias a la juventud y sus aportes.
No
obstante, existen dos elementos que podrían trastocar para siempre nuestra
concepción como especie: nuestra resistencia y la tecnología. En cuanto a lo
primero, podemos afirmar que vivimos más años y soportamos mejor enfermedades e
inclemencias climáticas. A pesar que esto podría parecer un contrasentido a lo
que estamos viviendo, el ser humano es más fuerte como especie, mediante su
organización socio-cultural es capaz de resistir cambios climáticos o incluso
pandemias como la de ahora. Individuos mueren, pero la especie se hace más
fuerte. Quizás el miedo más grande que tenemos es nuestra autodestrucción, es
decir, que mediante una guerra o lo que hacemos con la naturaleza, nos
terminemos exterminando a largo plazo, pero si esto no ocurre, sobreviviremos
milenios probablemente. Por otro lado, sobre la tecnología y como nos ha
cambiado, pondré un ejemplo. Hoy por hoy, podemos afirmar que es imposible
almacenar en nuestros cerebros toda la información que a diario recibimos, por
lo que hemos inventado dispositivos para aquello. Colgamos toda nuestra
información en nubes, no necesitamos aprender todo de una sola vez porque
existen tutoriales en las redes, mientras que los computadores y celulares,
mediante aplicaciones, guardan nuestra música, libros, fotos y demás. No
necesitamos recordar la información porque la tenemos “a mano”. Pueden incluso
hacer el ejercicio aquí mismo. Recuerden cuántos números de teléfono
memorizábamos hace quince o veinte años, y cuántos números de celular podemos
recordar ahora; probablemente solo el nuestro -y a veces ni ese. Estos dos
elementos, resistencia como especie y tecnología, probablemente serán decidores
en años venideros, y esto fue palpado ya en esta pandemia.
Sobre el posible cambio del ser humano
El
fenómeno de la pandemia ha ido mostrando algunos rasgos de lo que podría
llamarse “proceso de cuantificación o numeralización” de la humanidad. Se ha
dicho desde hace mucho tiempo que nos vamos transformando en meros números para
el sistema, pero la realidad es que tenemos familias y todavía tenemos algo de
voz. Pero si la era digital y el gobierno del big data se termina por imponer, esa voz quizás vaya desapareciendo
hasta convertirnos en una masa informe. Lo cualitativo, nuestra esencia, ha ido
dando paso a una abstracción.
En
esta pandemia, las redes sociales nos transformaron en ruido sin sentido, en
masa sin conducción, en avatares confundidos con bots. Nuestros estudiantes fueron reducidos a pequeños cuadrados en
una pantalla, a un número de tareas, a una calificación sin feedback, todo esto en el mejor de los
escenarios. Nuestro trabajo se convirtió en número de documentos enviados o
informes de auto-explotación con las horas trabajadas. Cada vez son menos los
que deciden y más los que conformamos la masa. El futuro podría asemejarse al
ánime Evangelion, cuya historia está
basada en un proyecto para fundir a la humanidad en un solo ser sin consciencia
para su subsistencia, en una “sopa de humanidad”. En otras palabras, la
pandemia mostró un bosquejo de lo que ocurriría si existiese una voz global que
nos obligue a quedarnos refugiados en casa sin posibilidad de protestar y
concentrados en nuestra propia explotación.
Para
que esto se entienda mejor, recuerden que súbitamente, nos tuvimos que
convertir en una masa de trabajo o estudio con interrelaciones sociales reales
mínimas. Detrás de una pantalla, nuestra voz se minimiza y necesita de un
bloque de voces para tener potencia, pero al tener tantas voces que no opinaban
igual, confundidas con avatares automatizados sin una persona detrás, con
poderes mediáticos, políticos y económicos de fondo haciendo ruido en la
plataforma, con tendencias pagadas, propaganda de todo tipo, trolls, todo se vuelve un ruido en el
que nuestra voz con sentido se pierde. Entonces, somos un número más sin voz.
La
realidad es que la educación es quizás el único lugar donde se puede realizar
un cambio a esta situación. Educar niños y jóvenes que tengan consciencia de lo
que significó esta pandemia, podría cambiar un futuro oscuro que termine
concretándose en un proyecto donde seamos un número más. Reflexionar sobre la
pandemia deberá esperar un poco, pero reflexionar sobre lo que estamos haciendo
con la educación y mejorarla, podría llevarnos a algo mucho más fructífero para
detener todo este fatalismo narrado en esta pequeña exposición.
Bibliografía
Agamben, Giorgio. «La invención de una epidemia.» Ficción
de la razón. 26 de febrero de 2020.
https://ficciondelarazon.org/2020/02/27/giorgio-agamben-la-invencion-de-una-epidemia/
(último acceso: 18 de abril de 2021).
Arendt, Hanna. La
condición humana. Madrid: Paidós, 2003.
Bautista, Virginia. «La
tiranía digital que se avecina; Markus Gabriel habla sobre la sociedad tras el
covid-19.» Exelcior. 27 de mayo de 2020.
https://www.excelsior.com.mx/expresiones/la-tirania-digital-que-se-avecina-markus-gabriel-habla-sobre-la-sociedad-tras-el-covid
(último acceso: 05 de abril de 2021).
Belgrano, Mateo. «El
peligro de los paradigmas. Una reflexión en torno a la interpretación de
Giorgio Agamben de la crisis sanitaria COVID-19.» RIHUMSO, 2020:
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Byung Chul, Han. La
expulsión de lo distinto. Barcelona: Herder, 2017.
Byung-Chul, Han. La
desaparición de los rituales. Barcelona: Herder, 2020.
—. «La emergencia viral
y el mundo de mañana. Byung-Chul Han, el filósofo surcoreano que piensa desde
Berlín.» Diario El País. 22 de marzo de 2020.
https://elpais.com/ideas/2020-03-21/la-emergencia-viral-y-el-mundo-de-manana-byung-chul-han-el-filosofo-surcoreano-que-piensa-desde-berlin.html
(último acceso: 30 de marzo de 2021).
Neon Genesis Evangelion. Dirigido por Hideaki
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Ron, Alex. «Entre Zizek
y Byung-Chul Han.» Revista Plan V. 30 de marzo de 2020.
https://www.planv.com.ec/ideas/ideas/entre-zizek-y-byung-chul-han (último
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Sartori, Giovanni. Homo
Videns. La sociedad teledirigida. México: Taurus, 1998.
[1]
Sartori, Giovanni. Homo Videns. La
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[2]
Arendt, Hanna. La condición humana.
Madrid: Paidós, 2003.
[1]
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https://www.planv.com.ec/ideas/ideas/entre-zizek-y-byung-chul-han (último
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[2]
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[3]
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Berlín.» Diario El País. 22 de marzo de 2020. https://elpais.com/ideas/2020-03-21/la-emergencia-viral-y-el-mundo-de-manana-byung-chul-han-el-filosofo-surcoreano-que-piensa-desde-berlin.html
(último acceso: 30 de marzo de 2021).
[4] Bautista, Virginia. «La tiranía digital que se avecina; Markus Gabriel habla sobre la sociedad tras el covid-19.» Exelcior. 27 de mayo de 2020. https://www.excelsior.com.mx/expresiones/la-tirania-digital-que-se-avecina-markus-gabriel-habla-sobre-la-sociedad-tras-el-covid (último acceso: 05 de abril de 2021).
[5]
Belgrano, Mateo. «El peligro de los
paradigmas. Una reflexión en torno a la interpretación de Giorgio Agamben de la
crisis sanitaria COVID-19.» RIHUMSO, 2020: 139-153.
[6]
Byung-Chul, Han. La desaparición de
los rituales. Barcelona: Herder, 2020.
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