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Lo apolíneo y lo dionisíaco: ¿En equilibrio?

 ¿Lo apolíneo y lo dionisíaco son dos fuerzas metafísicas opuestas y necesarias que conviven en equilibro o una tiene prevalencia sobre la otra?

En esta breve reflexión, se busca defender la idea que lo dionisíaco y lo apolíneo siempre han convivido, pero nunca han tenido equilibrio y siempre prevalece una sobre la otra. Se puede incluso ir más allá y advertir que las formas apolíneas son meras apariencias que sirven para mantener coherente el torrente irracional de lo dionisíaco. En otras palabras, siempre termina imponiéndose lo dionisíaco a pesar del esfuerzo de la razón apolínea para explicar lo insondable. No obstante, esto no significa de ninguna manera que las formas apolíneas sean innecesarias (que es lo que parece sugerir Nietzsche), pero han sido llevadas por un camino equivocado.

De acuerdo a Nietzsche, existe una racionalidad aparente que domina la existencia con el objetivo de menguar la angustia provocada por una existencia desbocada que nos llama constantemente a vivir sin estas limitaciones. Al poder de la racionalidad lo llama lo apolíneo mientras que al flujo irremediable y mutable de la vida lo llama lo dionisíaco. De alguna forma, pareciera que la racionalidad se ha ido imponiendo en la medida que existen sociedad tecnológicas y organizadas en base a una democracia, todo esto tiene como fundamento la lógica occidental nacida precisamente en la antigua Grecia con los valores que promulgó Sócrates y los autores que le siguieron; esto es lo que lamenta Nietzsche.   

 

"También el arte dionisíaco quiere convencernos del eterno placer de la existencia: sólo que ese placer no debemos buscarlo en las apariencias, sino detrás de ellas. Debemos darnos cuenta de que todo lo que nace tiene que estar dispuesto a un ocaso doloroso, nos vemos forzados a penetrar con la mirada en los horrores de la existencia individual - y, sin embargo, no debemos quedar helados de espanto: un consuelo metafísico nos arranca momentáneamente del engranaje de las figuras mudables. Nosotros mismos somos realmente, por breves instantes, el ser primordial, y sentimos su indómita ansia y su indómito placer de existir..."  (Nietzsche, El nacimiento de la tragedia, p. 146)

 

No obstante, las costuras de la sociedad racional parecen romperse por la presión y acumulación de lo que llevan dentro: la incontenible multitud que debía ser abarcada. Es como una especie de peluche o almohada al que se le coloca cada vez más algodón. Esto se pudo reflejar a partir de la Segunda Guerra Mundial, cuando los grupos que habían sido invisibilizados sistemáticamente por la lógica occidental desde la época del Renacimiento y la colonización comenzaron a emerger y reclamar sus derechos. La violencia de la racionalidad se impuso sobre la multitud de formas, en lugar de aceptar las formas, e inclusive aceptar la mutabilidad de la forma predominante o hegemónica. La actualidad ha mostrado que Nietzsche no estuvo equivocado en ese sentido, puesto que nos encontramos pasando por un proceso de "hipervisibilización" en el que todo grupo (forma) desea y busca ser visibilizado.

Aquel hombre moderno del que se lamentaba Nietzsche porque no apreciaba la multiplicidad y lo dionisíaco, ha sido reemplazado por un hombre que vive atosigado por el peso mismo de la existencia, que busca probar todo lo que le brinda la vida y que fue obligado a autoexplotarse, siguiendo a Byung Chul Han, para poder entrar en el flujo mutable de su entorno. Efectivamente, Nietzsche vio lo que sucedía:

"El signo característico de esta "quiebra", de la que todo el mundo suele decir que constituye la dolencia primordial de la cultura moderna, consiste, en efecto, en que el hombre teórico se asusta de sus consecuencias, e, insatisfecho, no se atreve ya a confiarse a la terrible corriente helada de la existencia: angustiado corre de un lado para otro de la orilla. Ya no quiere tener nada en su totalidad, en una totalidad que incluye también la entera crueldad de las cosas." (Nietzsche, El nacimiento de la tragedia, p. 146).  

El hombre moderno que describía Nietzsche murió con la Segunda Guerra Mundial, y el hombre que promulgaba está comenzando a aparecer, pero como una aberración. La modernidad nunca ha podido contener lo dionisíaco como tal, y su evolución posmoderna busca abrazarla pero manteniendo las mismas formas apremiantes que la hicieron fracasar: las formas son visibilizadas, pero bajo la racionalidad hegemónica. En suma, lo apolíneo seguirá manteniéndose porque ha evolucionado y encontrado formas de contener los dionisíaco, pero tarde o temprano las costuras volverán a saltar, porque al final siempre se termina imponiendo lo dionisíaco.

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