No somos inmortales
El sistema de
consumo nos ha volcado a considerar la posibilidad de la inmortalidad. En
series de televisión como “Upload” se visualiza la idea de poder habitar en una
realidad paralela o incluso en muchas películas de ciencia ficción el
congelamiento criogénico se contempló como una esperanza. Créanlo o no, mucha inversión
se está realizando ahora mismo para llevar a la realidad ambos proyectos. Solo
basta analizar de cerca lo que pretende el denominado Metaverso. Simplemente queremos
sacarnos de la espalda el peso del horizonte final, aquello que no puede ser
conocido, lo que escapa a nuestra imaginación, y debe ser dejado a las
religiones. El ego de la humanidad contemporánea, con sus avances científicos y
tecnológicos, no puede resistir la idea de la finitud corporal.
La realidad es
que seguimos siendo mortales y, probablemente, eso no cambie demasiado en los
próximos años. ¿Cómo conseguir la inmortalidad? La posibilidad de ser
inmortales siempre ha estado presente cuando nos miramos como un conjunto, cuando
nos consideramos como un todo. Napoleón o Gengis Kan son inmortales porque su
recuerdo ha permanecido en la mente de la humanidad debido a lo que
construyeron, tanto lo bueno como lo malo. Sin ir a personajes
históricos, cada familia logra mantener viva la memoria de sus miembros -al
estilo de la película “Coco”- mientras sean recordados. Esto no podría ocurrir
si es que fuésemos una sociedad de individuos completamente egoístas y aislados.
Se podría
argumentar, y con razón, que existe una serie de niveles de poder y hegemonías
que cubren unos recuerdos y visibilizan otros. Sin embargo, la luz de la
inmortalidad solamente emerge si se pone énfasis en nuestra autoconciencia como
especie, en aquella memoria común que nos hace evolucionar. No importará el Metaverso ni tampoco el procedimiento de
criogenización para ser inmortales, si no somos capaces como humanidad de
solucionar los problemas que hemos creado, sean estos enfermedades o cambios
climáticos. Nuestra inmortalización no depende solamente de un procedimiento
científico-tecnológico, sino del desarrollo de nuestra autoconsciencia como
especie.
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