Neorracismo en Latinoamérica: Cuando el racismo se oculta en lo civilizado
¿Es el racismo el mismo que hace veinte, treinta o cincuenta años en Latinoamérica? El filósofo Étienne Balibar consideraba ya en los noventas que presenciábamos la aparición de un racismo en el que la herencia biológica no era necesaria para la segregación racial, pues era suficiente con señalar que las fronteras que existían entre los grupos eran necesarias para mantener tradiciones, formas de vida o culturas específicas, por lo que "juntar culturas" no era aconsejable. Ciertamente tampoco ha desaparecido el racismo tal como lo conocemos, algo comprobable al pensar las diferencias abismales entre la cantidad de negros arrestados y asesinados en Estados Unidos a causa de excesos policiales y los que se producen en blancos que son números mucho menores o la pobreza existente entre indígenas comparada con aquella de mestizos en países latinoamericanos. No obstante, en este artículo bosquejamos algunos elementos sobre un tipo de neorracismo que ha ido apareciendo en Latinoamérica y que se deja ver mediante redes sociales y los medios de comunicación.
El primero elemento importante tiene que ver con el origen del neorracismo. Aparece en momentos de presión social. Las protestas en los países latinoamericanos generalmente son propulsadas por poblaciones donde prevalecen grupos indígenas o negros, debido entre otras cosas al olvido y la indiferencia del Estado en los sectores marginados o rurales donde viven, lo que conlleva pobreza y marginación. Cuando las revueltas populares aparece, el racismo se visibiliza camuflado como miedo a la violencia que puede generar o genera la protesta. En otras palabras, se trata de un racismo latente que se muestra al considerar una protesta social étnica como un problema de violencia, terrorismo o seguridad. El discurso manejado en redes sociales y medios de comunicación se enfocan en las formas de la protesta y no en la responsabilidad del Estado y la sociedad al marginar a la pobreza a estos grupos étnicos.
El segundo punto implica que este discurso de miedo a la violencia enfatice que no es una cuestión de racismo. Existe una especie de "capa civilizatoria" para denunciar los momentos de violencia física de las manifestaciones mas no la violencia estructural y simbólica del Estado y la sociedad. Cuando las protestas son de mestizos, en especial cuando provienen de clase media-alta, no se produce el mismo discurso, mas al contrario, se la fomenta como una lucha popular. La protesta étnica es criticada por no "considerar" al resto de población mayoritaria y se la ataca con un sinnúmero de argumentos. Por ejemplo, se plantean falacias "ad hominem" como ataques directos a los líderes de los grupos que protestan acusándolos de "no ser lo suficientemente étnicos" o se masifican estereotipos tales como la "ignorancia" que proviene de la supuesta "pobreza intelectual" histórica producto de su trabajo en el campo de la pobreza.
Como tercer elemento, el neorracismo exacerba la "museificación étnica", es decir, que el indígena o el negro es socialmente bien visto cuando se muestra en modo autóctono y a través de actividades que no condicionan las estructuras sociales dominantes ni las discuten. Los bailes o los cantos en presentaciones artísticas o las exposiciones en museos son alabadas en este tipo de racismo, pues se consideran parte de la cultura y son actos civilizados. Son étnicos si son observados y admirados por su belleza y representación histórica, se destaca su quietud. En cuanto los movimientos étnicos se organizan para criticar al sistema y marchar contra él, los mecanismos neorracistas emergen para tacharlos de violentos o atentatorios contra la paz de los otros grupos humanos que conviven en el territorio.
Volviendo a Bolívar Echeverría, la blanquitud, aquella forma civilizatoria en la que uno ya no necesita la biología para ser un blanco sino que basta con seguir el modelo de comportamiento del blanco, se plasma en Latinoamérica de otras maneras. El mestizo de clase media-alta acepta al indígena o al negro, siempre y cuando pueda cumplir con los estándares civilizatorios de la sociedad. Si el indígena o el negro busca sacudir las estructuras discriminatorias o de injusticia, entonces es atacado. Hay mucho para profundizar todavía sobre el neorracismo en Latinoamérica, pero de su comprensión depende entendernos como sociedad.
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